miércoles, 23 de abril de 2014

Mis círculos concéntricos

Sabéis ese del aldeano que tira la piedra y esconde la mano… Yo me he desembarazado de la mía. Me pesaba más que a Sísifo la suya. No podía lanzársela a la mujer adúltera después de lo bien que lo pasamos juntos.

Me voy de vacaciones. No me busquéis. Será más fácil que deis con Ulises perdido en el medio del notrum mare que conmigo.

No obstante si alguien quiere decirme algo ya sabe dónde encontrarme… ¡y el que me busca me encuentra!


Queridos amigos:

Os juro que cuando escribí El circulo pluscuamperfecto” para nada era consciente de que había una ley Wert por la cual nadie por debajo de la calificación de 6.5 podría ser becado. Estaba el tema en los medios de comunicación a todas horas pero yo sin enterarme. No suelo escuchar los telediarios. No tengo nada contra ellos pero mi dosis de televisión se completa y se satura con “Las Bandidas”. Apenas un minuto de más ya es exceso y para mí se convierte en sobredosis. Dado mi estado crítico y mental, según dice mi médico, éste podría ser fatal y el último. Y no quiero perderme el próximo episodio.

Esta nota de corte a mí no me afecta pues como comprobaréis, si os aventuráis a continuar leyendo lo que he escrito, yo paso, raspando pero paso. Y de esto tengo que dar gracias a Dios y a mis profesores  porque de lo contrario  estaría condenado irremediablemente al éxito en la política. Sólo cuando esta mañana he recibido de un amigo el enlace que sigue he sido consciente de la trascendencia y de la importancia del tema:


Tenía mis dudas sobre el destino final de mi trabajo, dado que el curso 2012-2013 en la Universidad de la Experiencia ya ha concluido y que las reclamaciones para lograr subir nota en base a argumentos tendentes a convencer a los profesores de que sus valoraciones están por debajo de mis méritos o de que se han equivocado, la experiencia de 64 años de estudiante durante 24 horas al día me aconseja que es mejor que lo deje como está, que no pierda el tiempo y que me dedique a otros menesteres más productivos y gozosos.

En esto andaba yo y eso pensaba hacer, como tengo por costumbre, para lo que ya había acondicionado un hueco nuevo en un rincón del cajón “desastre” donde guardo lo que escribo y pinto (¡qué desastre de cajón!) a la espera de la llegada de tiempos más propicios para la piratería y las órdenes de caballería, cuando el correo de mi amigo me ha deslumbrado con su destello, más bien un fogonazo, de luz e inspiración.

A eso se ha unido una frase que me dejó marcado y sumamente intrigado el cuatrimestre pasado, y que todavía revolotea como meliflua abeja alrededor de mi cabeza sin decidirse a clavar el estimulante estoque de su aguijón en la punta de  mi nariz o en la cruz de mi cerviz, cuando pude leerla por vez primera y única en la magistral lección sobre el número de oro, la divina proporción y las razones profundas del futbol de nuestro preclaro magister Ignacio Extremiana. Era de Luca Pacioli. Decía así:

… Vuestra Alteza dijo, con sus áureas y melifluas palabras, que es
digno de grandísima consideración de Dios y del mundo aquel que,
estando dotado de alguna virtud, la comunica a los demás de buen
grado, cosa que es caridad para con el prójimo y alabanza y honor
para el mismo, imitando el sagrado dicho quod ne sine gmento
didice et sine invidia libenter comunico

“Grandemente excitado por las mencionadas palabras recobré aliento en la solitaria pendiente para preparar este breve compendio y utilísimo tratado titulado La Divina Proporción.”

Sin llegar a la convicción ni a la fatua creencia de que mi trabajo pueda brillar a la misma altura que el de mi maestro en matemática futbolística o el del sabio Luca Pacioli pero animado sin embargo por esa otra máxima  de que hace gala el hermano lego que, mientras se carga al hombro a la lozana zagala perdida y hallada en la parva de la era, junto al frondoso trigal, camino de su celda de trapense o de cartujo, dice que “todo es bueno pa’l convento”, yo, venciendo mi recelo original, he decidido por fin dejar fuera del anonimato el producto del desvelo de mis largas noches de invierno en vela y del celo profesional de mi primavera en celo.

He salido del atasco gracias al influjo de su grande autoridad… y de la no menos grande del autoritario agente de la autoridad:

(¿Qué hay que hacer ante un atasco? ¿Cómo salir de un aprieto? ¿Cómo desamordazar y regresar ese grito de estopa que se estanca en tu garganta, que atenaza con un nudo tu lengua de autista mudo, que te asfixia y que te ahoga?)

Cuando se produce un atasco en la circulación llamamos al médico cardiólogo en primera urgencia y en último extremo al agente de tráfico. Éste, imponiendo su autoridad, ordena: ¡CIRCULEN! Y entonces circulamos obedientes.

(Circulamos en círculo, naturalmente, como la propia historia, juntando el final con el principio, recomenzando siempre la misma aventura repetida como hace el burro paciente y resignado, amarrado al palo que mueve los minutos en la noria.)

Beltor Brech escribió y dibujó con tiza en el suelo El círculo de tiza caucasiano.

(Yo, en cambio, para no variar, como un demente sin oficio escapado del hospicio mal llamado casa de salud, suelo utilizar la tiza para dibujar en el aire parábolas preñadas de inútiles enseñanzas, intentando hacer diana certera y blanco en el negro baricentro de la sotana de mi profesor de religión, buscando más la diversión insana que el santo y bueno beneficio o apuntando al rabillo insolente y provocador que marca el eje vertical del circuncentro de su boina de lana, o al ojo del huracán, vorágine en el  ortocentro, punto de encuentro y abrazo de todas las filosofías, de su chaqueta raída de pana.)

El mundo entero es concéntrico. El universo es multidimensional. El infierno, el purgatorio y el paraíso  forman un conjunto de esferas multidimensionales y concéntricas.

Yo tengo mi propio Círculo de Lectores, un círculo minúsculo, mimado y amado, de radio corto, de corto alcance, con poco eco, con mucho pico y con algo de ego. Su centro está en el punto cero de mi ombligo. Es ecocéntrico, como el sonido que hace la piedra que tira el aldeano cuando cae en el centro del estanque, y egocéntrico. En realidad es un Círculo de Amigos.

Quien no lee lo que escribo es porque vive en el extrarradio de mi aldea que en modo alguno (en algún modo) es global.

Querido lector y amiga:

Todas las trilogías tiene su propia generación. Hay que leerlos en este orden:

1.- El círculo perfecto:                (*)
2.- El círculo imperfecto:            (**)
3.- El círculo plucuamperfecto:  (***)

He aquí en primicia el correo que tengo preparado con mis trabajos adjuntos para enviar quién tengo resaltado en mi lista de contactos (Mi desviación mental, emocional e incluso sexual hacia la aritmética hace que tenga a mis lectores y a mis amigos, que coincidentemente son los mismos, contados, numerados y ordinados):

-¿A mis compañeros de curso, de fatigas y destemplanzas?
-¿A mis profesores de ciencias y corduras matemáticas?
-¿A mis profesores de letras y locuras de lengua y literatura?
-¿A mis amigos de siempre, aquellos que conocí antes de entrar en la Universidad de La Experiencia cuyo rostro se me desdibuja cada día que pasa y cuyo nombre he olvidado?
-¿A mis hijos que, a pesar de todo, me quieren?
-¿A mi esposa y a mi amante que, hoy por hoy, casualmente son también coincidentes? (Coinciden en que me matan si se enteran cada una de la existencia de la otra)
-¿A mi profesor de religión y filosofía? (Seguro que éste me crucifica y que después me excomulga)

El tercero, mi última creación, está calentito, recién salido del horno, horno de fuego, fuego de ira en el ara de la pira. Afortunadamente lo he retirado a  tiempo y no se me ha quemado. Quizás algo socarrado puede que esté pero espero que no se le note demasiado en el aroma ni en el sabor.

Tanto mis amigos del alma como mis detractores me han acusado a menudo de tratar de caer y de caer en los tratos siempre de pie como los gatos. Nunca lo he negado. Siempre he ganado.

Para los primeros esta rara habilidad es una cualidad, una virtud admirable. Para los segundos el más vil de los vicios y el más condenable de los pecados.

Yo me siento cómodo y muy a gusto siendo como soy y estando como estoy. Disfruto con ello. Y disfruto más, mucho más, si puedo compartir mis piruetas y volatines con un amigo, con una amiga, contigo, por pura, simple, llana y sana diversión. 


Y porque, aunque no valga muchosi es que algo vale
déjame que te recuerde, como dice Santa Rita, 
que lo que se da no se quita 
y que lo que no se da se pierde.

Julio

Y para cerrar el círculo un epílogo: 
http://www.youtube.com/watch?v=DKL1jmLRjvA



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